La imagen corporativa es a la empresa lo que el estilo personal al individuo: toda una tarjeta de presentación. En la era de la imagen, para cualquier compañía o trabajador autónomo es completamente imprescindible desarrollar una línea estética propia que se reproduzca en todos sus elementos de comunicación, convirtiéndose en sus señas de identidad.
El color, el logotipo y la tipografía que emplea una empresa transmite sus valores y su actividad, así que este aspecto no debe descuidarse. Conviene encargar a un diseñador gráfico, el profesional explícitamente formado en este ámbito, la planificación de la imagen corporativa, que éste realizará en colaboración estrecha, debatiendo los puntos fuertes que es necesario transmitir y manteniendo una serie de convenciones que siempre funcionan. Por ejemplo, una empresa de actividades náuticas empleará siempre el color azul en su imagen corporativa, ya sea como tono único, principal o secundario.
Una vez definidos los colores, el motivo del logotipo y la clase de letra que lo acompaña, es decir, la imagen corporativa, es necesario lograr la identificación de la empresa con ella. Para esto, es necesario difundirla en todas las comunicaciones de la empresa con sus clientes reales o potenciales: tarjetas de visita, folletos, papel y sobres para cartas, decoración interior y exterior del local con vinilos adhesivos, etc.
Una imagen corporativa correctamente diseñada y difundida se traduce en credibilidad para la empresa, que transmite así solidez y coherencia. Además, se transforma en todo un elemento publicitario, ya que provoca en el cliente el reconocimiento inmediato de la marca.
Foto: Solo tarjetas de visita